martes, 6 de marzo de 2012

MUJERES Y MOTOS Y VICEVERSA

En un mundo tan masculinizado como el de la moto, la figura de la mujer ha estado relegada a mera comparsa estética y sexual durante años. Sin embargo, la mujer motorista tiene presente, pasado y futuro, y a lo largo de la historia de las dos ruedas una importancia fundamental y silenciada. A poco que nos sumerjamos en la corta historia de la motocicleta, conoceremos un mundo más vasto y rico que, en algunas ocasiones, ha sido elevado y empujado hacia sus límites por mujeres.

HACIENDO CAMINO

A comienzos del siglo XX la mujer encontró en la motocicleta una máquina perfecta que le ofrecería nuevas sensaciones, nuevos paisajes y sobre todo una posibilidad más para realizarse de manera activa y a través de la acción deportiva o de aventura. Tanto es así que Virginia Woolf, en un impulsivo interés por las motos, consideró que lo que de verdad quería en la vida era una motocicletai.
Las primeras mujeres que se aventuraron con las motos lo hicieron sin tapujos y desde una posición social media-alta. En 1921 una desconocida Lady Warren se decidió a viajar «sin un plan determinado y tan sólo con la curiosidad como meta» a través del desierto del Sahara, trazando su ruta desde Argelia hasta Túnez sobre una moto con todas las posibilidades de romper cada una de sus piezas. No sería la única aventurera de la época: la novelista y escultora Clare Sheridan, activista política emparentada con Winston Churchill, se enroló junto a Oswald Frewen en un arduo viaje cruzando Europa hasta Rusia.
También la británica Gwendolyn Adams inició en solitario un complicado y peligroso viaje de ida y vuelta desde Londres a Venecia hacia 1925. Pero fueron Theresa Wallach y a su amiga Florence Blenkiron quienes realizaron la hazaña de cruzar en moto el continente Africano en 1935. Un viaje que muchos consideraron una locura entonces, toda una aventura que dejó escrita (y filmada) en The rugged road, uno de los grandes libros sobre viajes en moto. Junto a su compañera dibujó la ruta Londres-Ciudad del Cabo en un duro viaje lleno de incidentes y sobresaltos que culminaría con éxito. Wallach fue piloto, motorista de enlace, ingeniera y aventurera, y como deportista ganó en 1939 la reputada Gold Medal en el circuito de Brooklands en Inglaterra. Más tarde recorrió todo Estados Unidos, estableció su propia academia de pilotaje en los años setenta y fue fundadora y vicepresidenta hasta su muerte de la WIMA (Asociación Internacional de Mujeres Motoristas). Jamás tuvo un coche y dejó de conducir sus motos en 1988, a los setenta y nueva años de edad. En sus propias palabras:«Cuando vi por primera vez una motocicleta recibí un mensaje de ella. Fue como un sentimiento, el tipo de cosa que hace que rompamos en lágrimas al escuchar una pieza de música o nos quedemos absortos y en pie delante de una obra de arte. El motociclismo es una herramienta con la que se puede lograr algo significativo en la vida. Es un arte»ii.
La norteamericana Bessie Stringfield realizó ocho viajes en moto alrededor del mundo en solitario y fue motorista de enlace en la Segunda Guerra Mundial como muchas otras compañeras suyas que trabajaron con motos durante y tras la guerra, principalmente en los servicios de enlace motorizado y en las empresas de correos como carteras profesionales. También Beatrice Schilling, piloto de la Royal Air Force, trabajó con motos, aunque lo hizo como ingeniera, desarrollando motores y combatiendo las leyes de la gravedad.
Anna Possberg, Conchi Cosme o Chelo Cañizares son algunas de las mujeres que han tomado hoy el relevo de aquellas pioneras. Como Lois Pryce, autora del exitoso libro Lois on the Loose, que recoge su primera aventura en moto en un viaje cruzando las Américas. Y hablando de motoristas escritoras, no podemos olvidarnos de Melisa Holbrook Pyerson, autora del que es para la crítica especializada el mejor libro de reflexión sobre el tema, The Perfect Vehicle.
Como Virginia Woolf, la poeta argentina Alejandra Pizarnik tuvo también sus pequeños idilios con las motos, encontrando además un revulsivo literario en la novela de André Pieyre de Mandiargues La motocicleta, que otorgaba a la mujer un protagonista dominante ante la máquina y ante el mundo, uno de sus libros preferidos.

LA TRAZADA FEMENINA

En el mundo de la competición y el deporte también hubo pioneras que se enfundaron el traje de cuero para competir en las carreras organizadas por los hombres.

La deportista catalana Carmen Viñals, primera mujer española en participar en competiciones de dirt trackdebutando en 1933, y la vasca Asunción Irache en otras disciplinas, son tal vez dos de nuestras más ilustres pioneras del deporte de la moto. Una tradición que en España ha visto relevo a lo largo de las décadas en otras pilotos como Charo García de la Barga, María Reina, Eva Blánquez, Elena Rosell, Carla Calderer (en la exigente categoría masculina de Moto2 del Mundial de Motociclismo), Carmen Segura, o la reciente ganadora del Dakar argentino y campeona del mundo de Trial en categoría femenina, Laia Sanz.
A finales de 1920, la irlandesa Fay Taylour se había convertido en una exitosa y popular corredora de speedway, y en una de las primeras mujeres profesionales de la moto, que recorrió el mundo de competición en competición. Aprendió a manejar la máquina con tan sólo doce años, y durante casi diez más se dedicó profesionalmente a ella, antes de derivar hacia el automovilismo.
Carteras del servicio militar de correos de la WRNS (Women's Royal Naval Service), durante la Segunda Guerra Mundial. Las motos son Triumph 3TW 350 de válvulas laterales.

Pero han sido siempre las pruebas de velocidad masculinas (los Mundiales, el Continental Circus, MotoGP) donde la mujer ha tenido que competir doblemente, contra el crono y contra los prejuicios. Prueba de ello es la inexistencia de una categoría femenina dentro del mundial de velocidad. En 1961 la antes mencionada WIMA organizó una prueba de velocidad femenina que tuvo como vencedora a la alemana Anke-Eve Goldmann de entre una docena de mujeres motoristas procedentes de los principales países europeos. Pero fuera de aquella singular carrera, la única mujer que subió al podio de un Mundial de Motociclismo propiamente ha sido la alemana Ingeborg Stoll-Laforge, copiloto en sides del francés Jacques Drion, la cual compitió en el prestigioso Tourist Trophy de la Isla de Man, la prueba de velocidad más antigua de Europa. Posteriormente consiguió varios segundos y terceros puestos en la década de los cincuenta. Ninguna otra mujer ha conseguido superarla dentro del Mundial “de los hombres”. Sin embargo, la participación femenina en la categoría de sidecares es amplia: Dane Rowe, Marie Lambert, Julia Bingham, Sue Taylor, son algunas de las profesionales de sides más recordadas.
También la estadounidense Gina Bovaird fue todo un ejemplo de perseverancia y esfuerzo. Dejo el mundo de la competición en 1982 tras luchar en la categoría reina codo con codo con ases de la época como Barry Sheene, Randy Mamola o Kenny Roberts. Durante varios años participó sin mucha fortuna, pero con una gran afición y apoyo por parte del público.
Más fortuna y recuerdo en la memoria de los aficionados dejó la finlandesa Taru Rinne, quien con 18 años ya debutaba en el Gran Premio de Suecia de 1987, obteniendo sus mejores resultados dos años más tarde, quedando a tan sólo diez segundos de piloto español Alex Crivillé. En la temporada siguiente varias caídas y lesiones la alejaron del Mundial.
Siguieron la estela de Rinne la italiana Daniela Tognoli y la japonesa Tomoko Igata. Tras ellas, hasta la llegada de la alemana Katja Poensgen en 2001, no hubo más presencia femenina en estas carreras. Poensgen es posiblemente, junto a Samuela De Nardi, la piloto de velocidad más popular, aunque lamentablemente la italiana no consiguió destacar más allá de las últimas filas de la parrilla. La participación de la mujer en los Mundiales de Velocidad no se ha limitado exclusivamente a la función de piloto. Debbie Irvine ha sido una de las inusales mujeres mecánicas más competentes, reconocida por equipos y pilotos como John Hopkins, Regis Laconi o Garry McCoy, mientras que la malaya Janey Looi ha sido la primera mujer en subirse a un podio de un Gran Premio como directora de equipo.
Aunque más arriba hemos dicho que la única mujer que subió al podio del Mundial de Motociclismo fue la alemana Inge Stoll, esto no es del todo cierto. La piloto canadiense Michelle Duff recogió en los sesenta tres trofeos de Grandes Premios, pero en aquel momento aún era un hombre llamado Mike. Tras su operación de cambio de sexo Duff dejó la competición profesional y hoy día es autora de libros infantiles y otros relatos.
Ideas como la libertad, el valor, la rebeldía y el riesgo han sido asociadas al mundo de la moto, todas ellas encarnadas en el rol masculino, aunque la participación e iniciativa femenina ha sido constante desde sus inicios, desprovista en muchos casos del acento dramático y la pretenciosidad gratuita del hombre motorista. Una participación cultural, técnica y deportiva ignorada y poco divulgada en un mundo hecho por y para hombres, en el que la mujer ha sido generalmente relegada a simple usuaria de escúteres y mera figura para embellecer entregas de premios. Haber logrado ir más allá ha supuesto en muchos casos sufrir la condescendencia masculina y una amarga sensación de pleitesía, sólo dos de los muchos obstáculos que a lo largo de miles de kilómetros y contra las manillas del crono también las mujeres motoristas han tenido y tienen aún que superar.

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